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Un sistema de propulsión se basa en la tercera ley de Newton. Ésta dice que para cada acción existe una reacción de igual fuerza y de sentido opuesto.

Los propulsores usan partículas cargadas positiva y negativamente que se almacenan por separado. Mediante el uso de campos magnéticos estas partículas son aceleradas en la dirección opuesta a la que la nave quiere tener. Siguiendo la tercera ley, se produce una fuerza opuesta que acelera la nave en la dirección correcta.

Las partículas cargadas son un efecto colateral de varias reacciones a nivel cuántico, igual que las reacciones materia-antimateria. Por ello, las partículas cargadas que pueden ser usadas por los sistemas propulsores se pueden encontrar en los núcleos warp como un subproducto.

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